Poemas de Marco López Aballay

                      Albedrío

La muerte es una mariposa
que baila en la alfombra
de tus venas azules.
Cuchillos de sol perforan la masa
de los pensamientos
colgantes de Babilonia.

Un recién parido flota
entre los cortinajes de su historia
tú lo observas
desde un ataúd de cristales rotos.

Nadie se asoma a la cuna de sus pesadillas
excepto un buitre y sus arcángeles.
Una mano de escamas
apunta a sus pupilas hambrientas
mientras las alamedas se abren a su paso.

Querrías libertad a los recién nacidos.
En vez de brazos, alas
en vez de sexo, un incienso de champaca
-un acto masturbatorio-
Un tren emergiendo desde el útero muerto.
                              II

Gusanos de seda en mi cabeza de gato
que maúlla en la oscuridad de la serpiente.
A nada temo
excepto a los pensamientos
que se enredan
en una tela de araña
tendida en el patio
donde un niño
acarrea vísceras en un cristal
y sonríe al golpe de báculo.

A nada temes
excepto
a la inyección de pétalos
en la espina dorsal de tus pensamientos inútiles.
                               III


Al nacer cocieron mis orejas
tejieron mi cerebro
y una inyección letal lo trajo a mi lado.

Amelgaron mi escroto conforme a su palabra
una cruz de sal
atravesó las pupilas de la tierra
algodones de barro en mis pulmones.
Una traqueotomía de serpiente lo trajo de vuelta.
                                IV

Estrellas enfermas atraviesan mi garganta.
Desde un rincón apunto al espejo
y reviento en una bolsa de colostomía
que nadie se atreva

Chocolates en la mesa
de las madres que ya no paren
pelotitas de láudano en tu cabeza
a ver si entras por el sol de la mañana
para abrigar el bolsillo de los cristales rotos.

Estrellas de mar enfermas, decías.
Pirámides y drones a la derecha de tu padre
nada que hacer excepto seguir
la ruta de las manos al interior de la bolsa.
                       Sala de espera

Me arrastro río abajo en esta cama quirúrgica
y el paisaje huele a mierda, a cemento,
a sangre disecada en un códice.
Me aferro a las venas de un viejo otomí
mientras profano las estrellas que atraviesan su garganta.

En la extirpación anal
se desparraman las Cenizas de Ángela
y el castigo de las emociones me retorna a su cruz.
Soy Frank McCourt: huérfano de sangre y también de semen.
Eyaculo en seco
sobre la alfombra de huesos al interior de mi ataúd.

Siquiera un padrenuestro, un ave maría
un trozo de madera que calme la sed de mi tumba
una extremaunción que anuncie el campo de batalla
y bendiga las gotas del orgasmo.