En los tiempos de la dictadura se hablaba del “apagón cultural”. Curioso es, al observar el tema desde el presente, que el cuerpo Artes y Letras del Mercurio era entonces mucho más “sustancioso”, y La Revista de Libros era un suplemento aparte, colorido y amplio. Por cierto, es entendible que estos espacios disminuyan, los tiempos han cambiado, y la vorágine del mundo virtual deja cada día menos tiempo para la lectura.
Si tomamos la Revista de Libros del domingo recién pasado nos encontramos con sólo dos páginas insertas en el cuerpo E del Artes y Letras. En una página, la revista mostraba una entrevista a un editor español que no contaba con ningún escritor chileno en su catálogo; un artículo sobre patrimonio que trataba de si era pertinente levantar un monumento a Gabriela Mistral en la Plaza Italia junto al general Baquedano, y una reseña de una película de autos de carrera; en resumidas cuentas, de libros, prácticamente nada, de libros chilenos, la nada misma. La Tercera, por su parte, los sábados reseña escuetamente un par de libros de autores nacionales. Las Últimas Noticias ya no publica columnas de escritores y eliminó la crítica a los libros chilenos de Patricia Espinoza los viernes. Si bien Patricia solía hacer picadillo a moros y cristianos, era un espacio que uno leía con atención. La Segunda privilegia libros y autores extranjeros, para reflejar ese esnobismo tan nuestro. En resumidas cuentas, la literatura y los libros han perdido presencia en los medios tradicionales, a cambio, se ha refugiado parcialmente en las redes sociales. Lo curioso es que hoy en nuestro país se publican más libros que en la época de la dictadura.
“Los libros son el gran invento en el mundo”, esto lo escuché en Instagram. El hombre decía que nuestro mundo mental es muy limitado, siempre les estamos dando vueltas y vueltas a los mismos pensamientos. Un libro nos saca de nuestras limitaciones, nos abre la mente; es como hacer un viaje, mediante los libros salimos del pequeño mundo aburrido y lleno de resentimientos en que vivimos.
Teniendo en cuenta los sucesos delictivos y de crimen que suceden a diario en nuestro país, nos hemos ido convirtiendo, más rápida que lentamente, en un país bananero. Conversaba hace poco con una mujer. Ella me decía que la explicación a este fenómeno se debía a que nuestros políticos eran de mala calidad porque no legislaban de acuerdo con las necesidades del país. Yo guardé silencio para no polemizar, pero a mi entender nuestro problema es de carácter educativo. Si no hay lectura el lenguaje se empobrece. No se trata de que los niños y niñas tengan que leer al Quijote y al Lazarillo de Tormes, pero que lentamente vayan tomando el gusto por la lectura con pequeños textos, incluso de revistas; después de todo la lectura es un hábito, y si ese hábito no empieza a gestarse en la escuela, después, en la vida adulta, será imposible desarrollar. Una educación donde la comprensión lectora no es parte importante del curriculum, el mundo del intelecto de los estudiantes se achica, empobrece y simplifica; y no es raro que este síntoma de déficit intelectual, de poco razonamiento y poca crítica y autocrítica sea llenado por conductas violentas y por culturas que tienen otros fines distintos a la buena educación de los estudiantes.
Si hacemos un estudio comparado, en otros países no les ha llegado el apagón literario, quizás se han cambiado a luces led, pero aún no han recurrido a las velas como nosotros.
Citadini