Ingenuidad

“Yo no creo en nada ni en la flor”, cantaba Leonardo Fabio. Hay ingenuidades históricas. Las más recientes, el primer ministro británico David Lloyd George idolatrando a Hitler antes de la invasión a Polonia por del ejército alemán. Corina Machado creyendo que Maduro iba a respetar el resultado de los comicios en Venezuela, y últimamente Donald Trump pensando que su figura lograría una paz instantánea en Ucrania. La gran aspiración de Putin y su círculo de hierro siempre ha sido Ucrania. Hace poco ha dicho textualmente, “Ucrania es nuestra”. Ucrania posee un valor geopolítico estratégico para Putin y para sus ambiciones de reconstruir la Unión Soviética, que incluye sus grandes riquezas en minerales y cultivos.  Entonces no se entiende la alfombra roja para una persona que invadió por la fuerza un país soberano y ha causado cientos de miles de muertes a los ucranianos y a su propio pueblo. El expresidente Biden tenía una posición mucho menos ambivalente en este tema y entendía, como decía Martin Fierro, que con los duros había que ser duro.

El Criticón

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