¿Por qué dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy?

La procrastinación. Parte 1.

Debes entregar un informe urgente para mañana. Eres una persona responsable, y racional, sabes que cuentas con 5 horas para hacerlo y estará listo. Pero, pareciera que en tu cerebro habitan unas neuronas que se oponen a trabajar, que te impulsan a mirar vídeos sobre recetas de cocina, chat GPT, chismes de farándula, vídeos graciosos de algún humorista, y claro te ríes, pero no lo disfrutas, porque tu parte racional se siente culpable por no empezar… ¿Y empiezas? No. Recuerdas que debes pedir hora para el doctor o llamar al mecánico o… Cualquier cosa que podrías hacer en otro momento, con tal de distraerte de la tarea que importa ahora: redactar ese informe. 

¿Te ha pasado? A mí también me ha ocurrido y es por eso que he buscado bastante información sobre este tema para entender por qué la zona más racional de mi cerebro es boicoteada por este conjunto de neuronas dicharacheras que quiere diversión todo el tiempo. Y una explicación, la más lógica, es que efectivamente tenemos una zona del cerebro que quiere diversión, que busca dopamina, mirando vídeos, series, sosteniendo una conversación entretenida, entre muchas actividades que nos provocan placer, y ello compite con la corteza prefrontal, que es la parte más racional de nuestro cerebro, que nos permite planificar, organizar, y ejecutar el trabajo.

Todo calza hasta aquí, y puedes entender qué sucede en el cerebro de tu hijo cuando en lugar de ponerse a estudiar matemáticas, continúa con la cabeza en la pantalla. Mencioné en una columna anterior, que antes de los 25 años nuestra corteza prefrontal está inmadura y por ello, a los más jóvenes les cuesta más tomar la decisión de enfocarse en lo que importa, versus el placer momentáneo. Sin embargo, esta no es la única razón por la cual postergamos conscientemente actividades que debemos realizar.

Se entiende, procrastinamos, que así se llama la conducta, aquello que es desagradable o poco placentero porque optamos por el placer inmediato. Pero… ¿Por qué procrastinamos aquello que sí nos gusta, que sí nos provoca placer, que sí consideramos que es una actividad que nos beneficiará? ¿Por qué siempre encuentras “peros” para empezar con ese negocio que dijiste que harías? ¿Por qué cancelaste el ingreso al taller de poesía / pintura /jardinería /chino mandarín /etc. que te hace tanta ilusión tomar? ¿Por qué no pintas la pared del living tal como pensaste hace meses que lo harías?

En este caso las responsables no son las neuronas dicharacheras que buscan dopamina, sino el miedo a fracasar. Es el miedo a descubrir que quizás no eres tan buena en jardinería o a que no logres aprender chino mandarín. Miedo a que tu negocio, ese que tienes en tu cabeza no sea tan fabuloso y te decepciones, y a que la pared del living se vea horrible… Y quizás también pospones ese documento, el que mencioné al principio porque crees que tu jefe o tu cliente o tu profesor tiene una alta expectativa de tu trabajo y temes no estar a la altura.

La evitación de una tarea aversiva y el miedo al fracaso no son las únicas causas de este comportamiento que podríamos ver como “desadaptativo”, pues nos trae consecuencias negativas no sólo futuras, al no lograr cumplir con la tarea, sino también mientras se procrastina, pues se experimenta ansiedad, estrés y culpa. Otra de las causas es una estimación poco realista del tiempo, aquellas personas que perciben que en un periodo de tiempo determinado podrán ejecutar más actividades de las que en realidad podrían llevar a cabo. Entrecomillé la palabra desadaptativa, pues algunos estudios consideran que la procrastinación sería para algunas personas una estrategia inconsciente para evitar aquello que temen, una manera de adaptarse al mundo.

Y no sólo procrastinamos por miedo al fracaso, hay estudios que coinciden que hay personas que posponen actividades importantes por miedo al éxito, por la evitación inconsciente de las nefastas consecuencias que anticipan que ocurrirán, si obtienen un logro, como el caso de algunos estudiantes que evitando ser señalados como pedantes por obtener una nota brillante, posponen la tarea. En este caso, la persona no duda de sus capacidades para obtener ese logro, pero le pesa más el costo social.

Antes de auto rotularte como: “flojo/a”, “irresponsable” o “despreocupado/a”, detente a analizar qué hay detrás de esa conducta evitativa: ¿aversión a la tarea?, ¿una mala estimación del tiempo?, ¿miedo a fracasar?, ¿miedo al éxito? Hacer consciente la causa de la conducta evitativa reducirá tu ansiedad, y culpa, al entenderte de manera más compasiva, y es además un punto de partida para saber cómo abordar la evitación, creando estrategias más funcionales que te pongan en marcha. En una próxima columna te hablaré sobre algunas de ellas.

Julieta Salinas Apablaza

Fuente imagen: elcorreo.com

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